Fuente: 8 Tiempos.com
Buenos Aires fue, y es, la indiscutida capital del tango, la Meca de todo joven que dibujaba notas sobre un pentagrama, que transmita su sentir poético al papel o, que apronte la garganta para cantar, aunque la creatividad de esa vida que bullía entre criollos, tanos, gallegos y gauchos desplazados era, y es, compartida por hermanas menores como Montevideo, Rosario, Córdoba y Mendoza, entre otras. Porque las esperanzas y los problemas eran, y son, iguales en todas las grandes ciudades de la región. En todas ellas estaba, y está, el mismo caldo de cultivo.
El tango siguió las peripecias de la gente y las acompañó en estas décadas. Tuvo sus momentos de gloria como los tuvieron argentinos y uruguayos. Y también los períodos de dolor y crisis. En ese sentido, fue solidario con la evolución de los pueblos. Pero no sin una dosis de agraciada picardía, supo tener su autonomía y universalizarse. Ésa es la gran paradoja del tango. Para adentro, caminaba a la velocidad de la sociedad. Cuando el Río de la Plata "se comía el mundo" con economías florecientes, maravillosos artistas, pensadores de gran renombre y un fútbol imbatible, el tango mostraba toda su pujanza. En los tiempos de dolor y de crisis, en estos países el género parecía adormecido y, muchas veces, derrotado por las novelerías que llegaban del exterior. En el mundo, sin embargo, mantenía toda su vigencia y, por ejemplo, los espectadores se estremecían en los cines de la calle Lavalle en Buenos Aires, o de 18 de Julio en Montevideo como en innumerables películas extranjeras sonaban los primeros acordes de cualquier tango.
Fuera vivía y era reconocido, aunque en el Río de la Plata lo mataran una y otra vez. Pero también una y otra vez el tango resurgió de sus aparentes cenizas con nuevos y brillantes autores, notables cantores y espectaculares bailarines. Porque es inmortal y tiene la fuerza vital que, en mayor o menor proporción, le dan los pueblos a través de los años. Para que el tango muera, será necesario que el Río de la Plata desaparezca de la faz de la tierra. Como eso no ocurrirá, tampoco desaparecerá el tango. Y por eso, cada cierto tiempo, será necesario actualizar la historia del tango, agregándole lo eternamente nuevo que irá aportando.
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La grave y cálida voz de Julio Sosa escapa de la placa de un disco, domina el ambiente y deja paso a una reflexión que, más que eso, es certeza y comprobación a pesar del tono interrogativo de los versos: ¿ Quién te ha dicho, che pebete, que pasó el tiempo firulete? Sin duda, quien hizo esa osada afirmación no es de este mundo y no sabe que habrá tango mientras haya un tipo desesperado por besar los labios de una pebeta en flor, una traición para contar, una queja que transmitir o una alegría que compartir.
Origen de la palabra tango
Entre los muchos misterios que encierra el tango, el primero es el de su propia denominación. La voz tango se encuentra en las culturas africana, hispánica y colonial. Según algunas teorías, tango derivaría de tang, que en una de las lenguas habladas en el continente negro significa palpar, tocar y acercarse. Entre los bantúes, además, hay dos idiomas que se denominan tanga y tangui. Y entre las lenguas sudanoguineanas Figura la tangalé. Curiosamente, el contenido hispánico de la palabra se acerca a la africana tang. Tango en castellano es considerado una voz derivada de tangir, que en español antiguo equivale a tañer, y de tangere, o sea, tocar en latín.
En la colonia, a su vez, tango era la denominación que los negros daban a sus parches de percusión. Ellos la pronunciaban como palabra aguda: tangó. Y tangó eran también los bailes que organizaban los africanos llegados a la fuerza al río de la Plata. En esas reuniones se creaban tales desórdenes que los montevideanos ricos, y auto considerados respetables, llegaron a pedir al virrey Francisco Javier Elio que prohibiese "los tangos de los negros". La acepción hondureña que brinda el diccionario, referida a una especie de tambor que fabrican los indígenas, parece acercarse al sentido africano de la palabra. Es difícil saber si se trata de una casualidad o de una transculturación.
Solo como curiosidad, porque en principio no tienen vinculación con el origen del tango rioplatense, cabe mencionar que una región de Japón se llama Tango, al igual que una fiesta infantil de ese país, y que antiguamente en Brasil tango era sinónimo de samba.
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Fuente: Lugares de baile
El Tango,
apunte histórico
por J. Alberto Mariñas
Es difícil escribir un apunte histórico sobre el tango, pero al mismo tiempo, es muy arduo eludirlo porque son muchos los que a través de estas páginas solicitan, aunque sólo sea, una ligera orientación que les ponga en la pista de este completo fenómeno cultural - baile, música, canción, poesía - que por una u otra razón atrae a tanta gente.
Aunque sobre el tango y sus figuras son muchas las cosas que se discuten y ponen en duda, es generalmente aceptado que el tango nace en Buenos Aires a finales del siglo XIX aunque algunos prefieren decir a modo conciliador, que nació a las orillas del Río de la Plata, con el fin de contentar a los uruguayos que reclaman una copaternidad del fenómeno.
En un hecho de origen popular como el tango y, por tanto, de nacimiento evolutivo resulta imposible apuntar una fecha de nacimiento. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de los estudiosos coinciden en dar por buena la década de 1880 como el punto de partida de lo que entonces no era más que una determinada manera de bailar la música.
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La sociedad donde nace el tango escuchaba y bailaba habaneras, polkas, mazurcas y algún vals, por lo que respecta a los blancos, mientras que los negros, un 25% de la población de Buenos Aires en el siglo XIX, se movían al ritmo del candombe, una forma de danza en la que la pareja no se enlazaba y bailaba de una manera más marcada por la percusión que por la melodía.
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